Hace unos días, cenando con una amiga ilustradora, hablábamos de nuestras inquietudes profesionales.
Ella tiene muy clara su postura: “sólo quiero estar en esto si disfruto”. No tiene prisa, da pasos cortos pero seguros… como un buzo (que lo es).
A la mañana siguiente, entrevistaban en la radio a Joan Borrás, un cocinero.
Entre mis virtudes no esta la de tener un paladar exquisito, por lo que en un primer momento no hice mucho caso al tema, pero no hablaban de cocina.
Joan Borràs es un autodidacta de los fogones que se ha ganado un nombre en el mundo de la gastronomía gracias a los platos que prepara desde 1997 en el Hostal Sant Salvador, La Garrotxa (Girona). Allí, en una antigua masía del siglo XV, ha estado sirviendo platos basados en productos de la zona de altísima calidad. Unas creaciones que convencieron a los inspectores de la guía Michelin, que le concedieron una estrella en el 2006.
Desde ese momento todo cambió y al estrés originado por la exigencia que supone mantener dicho galardón, se unió una fatal noticia, le diagnosticaron un tumor cerebral (pudieron extirpárselo y no tuvo que pasar ni por quimioterapia ni por otros tratamientos).
“A todos los chefs le hace mucha ilusión (la estrella Michelin). Pero yo nunca hice cocina para lograr una estrella y, en cambio, sí que hice una cocina para mantenerla. No disfrutaba cocinando, sobre todo tras la operación”.
Ahora, Joan Borrás cocina para una sola mesa, 4 o 5 días a la semana.
“Prepararé lo que haya comprado tras haber pactado el menú con los comensales. Hoy, por ejemplo, he disfrutado muchísimo cocinando para siete comensales”.
Mi amiga, como el señor Borrás, ha decidido cocinar a fuego lento… sabia elección.