Casa de las Culturas.

El encargo consistía en realizar la imagen para el programa Formación por la diversidad cultural.
El objetivo de los cursos es convertir la Casa de las Culturas en un punto de encuentro entre personas llegadas de distintos países y lograr una convivencia intercultural.
Un astronauta y un buzo tienen puntos en común y, en su diferencia, pueden compartir muchas cosas.

El programa consta de dos convocatorias anuales,

por lo que esta imagen puede funcionar girándola 180º,

alternando bocarriba buzo y astronauta.

Cartel para la Casa de las Culturas de Zaragoza. Diseño gráfico de Jesús Rivero (Efémera).

Sangría Carmines.

Un proyecto muy apropiado para esta época del año: sangría Carmines.
Concepto de marca y packaging realizado junto a Roberto Pardos, José Ramón Mañeru y Jesús Rivero.

Festival Internacional de Narración Oral.

En la localidad de Fraga (Huesca), y en toda la comarca, volvieron a disfrutar del Festival Internacional de Narración Oral "FragaTcuenta".
Como siempre, contaron con algunos de los mejores narradores del panorama nacional e internacional.
Tuve el honor de realizar la imagen para la edición de este año.

Día Mundial del Medio Ambiente.

Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, los Tranvías de Zaragoza comienzan una campaña de sensibilización sobre el tema. Durante un mes, este cartel estará en todas las paradas del tranvía. #diamundialdelmedioambiente

Paseo cuadernista.

Fue un placer el paseo cuadernista de Cañarte 2018.
Salimos a observar, representar, simplificar, lo que teníamos delante. Miramos La Puebla de Híjar (Teruel) con otros ojos.
Gracias al Ayuntamiento, a la Asociación Musical Fuera de Tono y sobre todo a los participantes, por su implicación.

Jot Down Magazine nº21.

Mi colaboración para el número 21 de Jot Down Magazine, especial URSS.
He querido representar la represión y el aislamiento que sufrían los ciudadanos.
Sirva como ejemplo lo que sucedió con el equipo nacional de hockey hielo: tenían prohibido fichar por equipos extranjeros y eran vigilados por la KGB en los viajes internacionales. Además, vivían juntos en un centro de alto rendimiento durante once meses al año, por lo que apenas estaban con la familia. Los límites de su mundo eran los que marcaba la pista de hielo.
La historia es similar a la que sufrieron los bailarines del Bolshoi y cualquier habitante de la Unión Soviética.